El Buque Fantasma de Frederick Marryat:
sábado, 30 de enero de 2010
El Buque Fantasma
El Buque Fantasma de Frederick Marryat:
El holandés errante
viernes, 29 de enero de 2010
Arts of Erebus » Icon in Eyes
Integrantes:
Michel Meneguzzi: Guitarra
Damien Grey: Voz
Regis: Guitarra
Stephane: Teclados
Tommy: Bajo
El Castillo de Los Cárpatos
jueves, 28 de enero de 2010
Impressions of Winter » Deceptive Springs and Fading Landscapes
Banda: Impressions of Winter
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País: Alemania
Tracklist:
01. Promising Wake
02. Langueo (silence of wine)
03. Shadowed Grove
04. Bandar
05. The Trascendance
06. Festival of Fools
07. Omnis Mundi Creatura
08. Ghosts of the Forest
09. Auctoritas Libri
10. Urechinaria
11. Landscape of the Meadow Lost
12. The Recovering of Spring
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Impressions of Winter » Cantica Lunae
Banda: Impressions of Winter
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Disco: Cantica Lunae - Songs of the Moon
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País: Alemania
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Año: 1996
Género: Ambiental, Neofolk, Neoclassical
Tracklist:
01. Canticum Lunae
02. Hi Versus
03. Flores Gelidi
04. From Dreamworld to Sunrise
05. Impressions of Winter
06. Ignis Ardet in Pluvia
07. Triviality
08. Captivias (instrumental)
09. My Father's Return
10. Elegy of a Swan
11. Foreboding
miércoles, 27 de enero de 2010
Bauhaus » Volume One & Two
Grande fue la impresión que dejaron en mi, eran absolutamente anormales, como recién llegados a la tierra.
El tema que pasaron era Bela Lugosi´s dead, tema colgado si lo hay. Pero bueno a partir de ese momento empecé a buscar alternativas a lo común, y así fue como conocí joyas como London After Midnight, Sisters of Merci, Clan of Xymox, The Cure y otras tantas, hasta llegar a bandas como Paradise Lost y luego Theatre of Tragedy que abrieron nuevas sendas en mis gustos musicales (Doom, death, blackmetal y otros relacionados).
Por suerte hoy en día aprendí disfrutar de los Pistols, de Maiden y de otros tantos sin prejuicios, pero siguiendo por un camino propio que un solo tema de una banda de chicos pálidos y raros marcaron a fuego en mí. Gracias a Bauhaus por llevarme por el darkside!.
En concordancia con este momento de nostalgia, quiero compartir con ustedes los discos Volume One y Volume Two, un "the Best of" que reúnen los mejores temas de su trayectoria, desde 1979 a 1983.
01. Double Dare
02. In The Flat Field
03. Dark Entries
04. Stigmata Martyr
05. Bela Lugosi's Dead
06. God In An Alcove
07. Telegram Sam
08. St. Vitus Dance
09. A Spy In The Cab
10. Terror Couple Kill Colonel
11. Dancing
12. Hair Of The Dog
13. The Passion Of Lovers
14. Mask
01. Kick In The Eye
02. Hollow Hills
03. In Fear Of Fear
04. Ziggy Stardust
05. Silent Hedges
06. Lagartija Nick
07. Paranoia, Paranoia
08. Swing The Heartache
09. Third Uncle
10. Spirit
11. All We Ever Wanted
12. Slice Of Life
13. She's In Parties
14. The Sanity Assassin
15. Who Killed Mr. Moonlight?
16. Satori
17. Crowds
lunes, 25 de enero de 2010
Die Verbannten Kinder Evas » Dusk And Void Became Alive
Esta banda austríaca fue fundada en 1993 por Richard Lederer and Michael Gregor.
Según la web oficial el nombre de la banda: Die Verbannten Kinder Evas (Los Desterrados Hijos de Eva), surgió de un booklet renacentista que Michael Gregor encontró buscando inspiración para la letra de una canción; aunque si investigan un poco, este también puede ser encontrado en la letra de la oración católica Salve Regina:
En latín --> Ad te clamamus, exsules filii Hevae
En alemán--> Zu dir rufen wir verbannte Kinder Evas
En español--> A ti llamamos, los desterrados hijos de Eva
Musicalmente la banda se encuentra catalogada dentro de los géneros Darkwave, Neoclassical Darkwave, y Dark Ambient.La música se caracteriza por ser lenta y melancólica, con claras voces femeninas y masculinas.
Miembros actuales:
Richard Lederer
Christina Kroustali
Web oficial: http://www.dvke.info
Myspace: http://www.myspace.com/dieverbanntenkinderevas
Banda: Die Verbannten Kinder Evas
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Disco: Dusk And Void Became Alive
Género: Darkwave, Neoclassical, Dark Ambient
Tracklist:
1. Dusk and Void Became Alive
2. Mistrust
3. Winters Night
4. Unquiet Thoughts
5. Cease to Breath
6. Praise Blindness Eyes
7. Virtues Cloak
8. Moon Muse
9. Catharis
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La Destrucción
Este poema del gran maestro Charles Baudelaire es parte del poemario "Las flores del mal" publicado en 1857. Es tan solo el primero de muchos más que pronto publicaré, ya que es un autor que me fascina y conmueve hasta los huesos.
La Destrucción
(Charles Baudelaire 1821-1867)
El demonio se agita a mi lado sin cesar;
flota a mi alrededor cual aire impalpable;
lo respiro, siento como quema mi pulmón
y lo llena de un deseo eterno y culpable.
A veces toma, conocedor de mi amor al arte,
la forma de la más seductora mujer,
y bajo especiales pretextos hipócritas
acostumbra mi gusto a nefandos placeres.
Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,
jadeante y destrozado de fatiga, al centro
de las llanuras del hastío, profundas y desiertas,
y lanza a mis ojos, llenos de confusión,
sucias vestiduras, heridas abiertas,
¡ y el aderezo sangriento de la destrucción!
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Espíritus de Los Muertos.
(Edgar A. Poe 1809-1849)
Tu alma, con sus sombríos pensamientos,
se hallará sola en la siniestra tumba.
Nadie querrá saber lo que en secreto
tu corazón y tu conciencia ocultan.
Sé silencioso en soledad tan grande,
que no es tal soledad, pues te circundaban,
los espíritus todos de la muerte,
que ya en vida rondaban en tu busca.
Ellos querrán ensombrecerte el alma
con sus negros arcanos y sus dudas.
Sé silencioso en soledad tan grande;
cierra los labios cual la misma tumba.
Y la noche, aunque clara y luminosa,
se tornará de pronto en cueva oscura;
desde sus altos tronos las estrellas
no alumbrarán tu soledad adusta.
Mas sus rojizos globos sin fulgores
han de ser a tu tedio y a tu angustia
como incendio voraz, cual una fiebre
de los que libre no has de verte nunca.
No podrás desechar los pensamientos
ni las visiones que tu mente turban,
y que antes en tu espíritu dejaban
la huella del rocío en la llanura.
La brisa, que de Dios el puro aliento,
soplará en torno de la helada tumba,
y en la colina tenderá su velo
la niebla vaporosa y taciturna.
Las tinieblas, las sombras invioladas
símbolo y prenda son; hablan y auguran.
Sobre las altas copas de los árboles
tiende el misterio su cerrada túnica.
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domingo, 24 de enero de 2010
El gusano vencedor
El gusano vencedor
(Edgar A. Poe 1809-1849)
Ved! En una noche de gala,
en los tardíos años desolados.
Una hueste de ángeles alados,
envueltos en velos y ahogados en lágrimas,
sentados en el teatro, para ver
un drama de temores y esperanzas,
mientras la orquesta balbucea
la música de las esferas.
Unos mimos, hechos a imagen del Dios Alto,
murmuran y susurran en voz baja,
revoloteando de un lado a otro:
simples títeres que vienen y van
al capricho de unas vastas masas informes
que recorren el escenario proyectando
con sus alas de cóndor el invisible Dolor.
El drama apretado (que no caerá
en el olvido, estad seguros)
con su fantasma perseguido sin cesar
por una turba que no lo puede apresar,
a través de un círculo que siempre gira
sobre el mismo espacio,
y tanta locura, y aun más pecado
y el horror como alma de la intriga.
Pero, ved! en medio del gesticulante tumulto,
una forma reptante se introduce:
una cosa sanguinolenta que se debate
en la soledad del escenario.
¡Se retuerce! ¡Se retuerce! Con mortal angustia
Los mimos se convierten en su cena,
y los serafines lloran al ver los colmillos
embebidos en sangre humana.
¡Afuera, afuera las luces, afuera todo!
Y sobre cada sombra palpitante
cae el telón, como una mortaja fúnebre,
con el rugido de la tormenta,
mientras los ángeles, pálidos y excitados,
se ponen de pie y quitando sus velos declaran
que la obra es la tragedia del Hombre
y su héroe el Gusano Vencedor.
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viernes, 22 de enero de 2010
El baile de los ahorcados
El verdugo comienza a dar los primeros pasos en tan macabro vals ocultando su gozo tras una negra máscara.
Una vieja soga cuelga ansiosa, esperando abrazar la desdicha del condenado.
El verdugo acomoda la soga; bajo la máscara se babea mientras sus ojos se llenan de sangre.
La muchedumbre aclama extasiada.. el verdugo, cumpliendo con los mandatos del maligno acciona la palanca, dejando solo un despojo colgando solo en su miseria.
Belcebú triunfo!
El baile de los ahorcados
Arthur Rimbaud (1854-1891)
En la horca negra, amable manco,
bailan, bailan los paladines,
los descarnados actores del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.
¡Monseñor Belcebú tira de la corbata
de sus títeres negros, que al cielo gesticulan,
y al darles en la frente un revés del zapato
les obliga a bailar ritmos olvidados!
Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:
como un órgano negro, los pechos horadados ,
que antaño damiselas gentiles abrazaban,
se rozan y entrechocan, en espantoso amor.
¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza ,
trenzad vuestras cabriolas pues el escenario es amplio,
¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso, Belcebú rasga sus violines!
¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!
Todos se han despojado de su toga de piel:
lo que queda no asusta y se ve sin escándalo.
En sus cráneos, la nieve ha puesto un gorro blanco.
El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;
cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla:
parecen, cuando giran en sombrías refriegas,
rígidos paladines, con bardas de cartón.
¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos!
¡y la horca negra muge cual órgano de hierro!
y responden los lobos desde bosques morados:
rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno...
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miércoles, 20 de enero de 2010
Deja a los muertos en paz
En el relato nos encontramos con el tópico clásico de las historias de vampiros, el retorno de la tumba, el cual encuentra su génesis principalmente en el folklore europeo. El ideal romántico le aporta a dicho retorno una carga sentimental que le es propia, haciendo que este se surja del gran dolor que sentía Walter por la perdida de su amada Brunilda.
Walter busca desesperadamente la forma de enmudecer sus penas, y de esta forma llega a utilizar las artes de un hechicero para resucitarla, quien le advierte "deja a los muertos en paz".
En el ritual se uso sangre, lo cual pretende ser la causa del retorno de Brunilda en forma vampírica, sedienta por el vital fluido y dispuesta a desatar el peor de los horrores!.
Deja a los muertos en paz
Walter suspiraba dolorosamente por el fallecimiento de su amada esposa Brunilda. Era medianoche y estaba junto a su tumba, en la hora en que el espíritu que brama en las tempestades lanza sus malditas legiones de monstruos. Se lamenta todas las noches junto a la cripta, bajo los árboles helados, reclinando la cabeza sobre la lápida de su esposa.
Walter era un poderoso caballero de Burgundia. Se había casado con Brunilda en su juventud, cuando los dos se amaban con locura, pero la muerte se la arrebató de los brazos, y sufría todavía a pesar de que se casó otra vez con una bella mujer llamada Swanhilde, rubia, de ojos verdes y un tono rosado en las mejillas, que le había dado un varón y una niña y que era todo lo contrario de la esposa muerta.
Walter no hallaba reposo, seguía amando a Brunilda y deseaba con toda su alma tenerla junto a él. Constantemente comparaba a su esposa viva con la muerta. Swanhilde notaba el cambio en su esposo y se esmeraba por atenderlo; pero de nada servía, ya que la obsesión de Walter era tener a Brunilda otra vez, y esa idea fija, constante, se había apoderado de su alma. Todas las noches visitaba la tumba de su hermosa esposa y le preguntaba con tristeza:
-¿Dormirás eternamente?
Ahí estaba Walter, acostado sobre la tumba. Era medianoche, cuando un hechicero de las montañas entró al cementerio para recoger las hierbas que sólo crecen en las tumbas y que están dotadas de un terrible poder. Se acercó a aquella en que Walter lloraba y le preguntó:
-¿Por qué, infeliz, te atormentas así? No debes lamentarte por los muertos, pues tu también morirás algún día. Al llorar por ellos no los dejas descansar.
-El amor es la fuerza más grande que hay en el universo y yo amaba a la que aquí está pudriéndose. Quisiera que regresara conmigo. -le respondió Walter con pena y necedad.
-¿Crees que va a despertar con tus lamentos? ¿No vez que perturbas su calma?
-¡Vete, anciano, tu no conoces el amor! ¡Si yo pudiera abrir con mis manos la tierra y devolverle la vida a mi querida Brunilda, lo haría a cualquier precio! -le gritó Walter.
-Ignorante, no sabes lo que dices, te estremecerías de horror ante la resucitada. ¿Piensas que el tiempo no degrada los cuerpos? Tu amor se convertiría en odio.
-Antes se caerían las estrellas del cielo. Yo reventaría mis músculos y mis huesos si ella resucitara; jamás podría odiarla.
-Hablas con el corazón caliente y la cabeza hirviendo. No quiero desafiarte a devolvértela: pronto te darías cuenta de que no miento -dijo el anciano.
-¿Resucitarla? -Gritó Walter, arrojándose a los pues del mago- Si eres capaz de tal maravilla, ¡hazlo!, hazlo por estas lágrimas, por el amor que ya casi no vive sobre la Tierra. Harías la mejor obra de bien en tu vida.
-Calma, si decides que así sea, regresa a medianoche; pero, te lo advierto: ¡Deja a los muertos en paz!
Walter regresó a su casa, pero no pudo conciliar el sueño. Al día siguiente, justo a medianoche, esperaba al hechicero junto a la tumba.
-¿Haz considerado lo que te dije? -Le pregunto el anciano.
-Si, lo he pensado. Devuélveme a la dueña de mi corazón, te lo suplico. Podría morir esta noche si no cumples tu promesa.
-Bien -Le dijo el viejo- sigue recapacitando y regresa aquí mañana a medianoche. Te daré lo que tu pides, sólo recuerda algo: ¡Deja a los muertos en paz!
A la noche siguiente apareció el hechicero y dijo:
-Espero que hayas pensado bien la situación. Regresar a un muerto a la vida no es cosa de juego. Esta será la última vez que te lo diga: ¡Deja a los muertos en paz!
-¡Basta, mi amada no tendrá paz en esa tumba helada, tienes que regresármela, me lo haz prometido! -le gritó Walter lleno de ansiedad.
-¡Recapacítalo, no podrás separarte de ella hasta la muerte, aunque la repugnancia y el odio se apoderen de tu corazón! Solo habría un medio espantoso de lograrlo y no creo que tu quieras oír hablar de eso.
-¡Anciano imbécil, devuélveme a Brunhilda! ¿Cómo podría odiar lo que más he amado? -aulló Walter con desesperación.
-Está bien. Puesto que así lo quieres, ¡sea!¡retrocede!
El hechicero dibujó un círculo alrededor de la tumba y una tempestad se desató. Alzó los brazos al cielo y comenzó a gritar frases en una lengua que no era humana. Los búhos comenzaron a volar de los árboles. Las estrellas se ocultaron detrás de las nubes. La lápida que cubría la tumba comenzó a moverse y se abrió paso hacia la superficie. En el hoyo, el anciano tiró varias hierbas mientras seguía murmurando con los ojos en blanco. Un viento rápido y helado salió del sepulcro al mismo tiempo que cientos de gusanos escalaban la tierra. De pronto las nubes se apartaron y la luna bañó la sepultura vacía. Sobre ella, el hechicero vertió sangre fresca contenida en una calavera y exclamó:
-Bebe, tú que duermes, bebe esta sangre caliente para que tu corazón pueda latir otra vez.
Como volcán que hace erupción, se levantó Brunilda, empujada por una fuerza invisible, de la noche eterna en la que estaba sepultada. Tenía el pelo negro como la tormenta, ojos azules y una piel muy blanca. El anciano hechicero la tomó de la mano y la llevó hasta Walter.
-Recibe otra vez a la que amas. ¡Espero que nunca vuelvas a necesitar mi ayuda! De ser así, me encontrarás en las noches de luna llena en las montañas, donde los caminos se cruzan -diciendo esto, se alejó con paso lento.
-¡Walter! -exclamó Brunilda- llévame pronto al castillo en las montañas.
Walter saltó sobre el caballo y, tomando a su amada, galopó en dirección a las montañas solitarias, donde tenía un castillo oculto. Ahí había vivido con Brunilda. Sólo el viejo criado los vio llegar. Fue amenazado de inmediato por el patrón, quien le ordenó guardar silencio.
-Aquí estaremos bien -dijo Brunilda -hasta que mis ojos puedan ver la luz nuevamente.
Mientras residían en el castillo, los pocos criados ignoraban por completo que su antigua ama hubiera resucitado. Sólo el viejo sirviente sabía la verdad y era el que les llevaba agua y la comida. Los primeros siete días vivieron a la luz de las velas, con todas las cortinas cerradas; los siguientes siete se abrieron las ventanas más altas, de modo que sólo entraba la tenue claridad del amanecer o del anochecer. Walter nunca se apartaba de su querida Brunilda. No obstante, sentía un escalofrío que le impedía tocarla y no sabía por qué, pero tan grande era su amor que no le importaba. Estaba seguro de que esto era mejor que el pasado. Su esposa era aún mas bella que cuando estaba viva la primera vez, su voz era más dulce, sus palabras fluían con emoción y toda ella lo fascinaba hasta la locura.
Brunilda constantemente hablaba de los amores que habían tenido en el pasado, haciendo a Walter emocionantes promesas que pronto realizarían. Su amor sería el amor más grande que hubiera conocido el mundo. Así embriagaba a su amado de esperanzas para el futuro. Sólo cuando hablaba del cariño que sentía por él, dejaba aparecer la parte terrenal; de otro modo discutía sin cesar de asuntos espirituales, eternos y proféticos.
Todos los días dormían juntos. Walter sentía la necesidad de enamorar a su esposa, compenetrarse con ella como lo hacía antes, pero Brunilda se apartaba bruscamente de la cama y le explicaba:
-Así no querido. ¿Cómo podría yo, que he regresado de la muerte, para estar contigo, ser tu amante mientras tienes una sucia mujer que se hace llamar tu esposa?
Walter había enloquecido y estaba dispuesto a todo. Un día, arrebatado por la pasión, abandonó el castillo y cabalgó con furia por entre los bosques y las montañas hasta que llegó a su casa, donde su esposa Swanhilde lo recibió con cariños y palabras bellas, al igual que sus hijos. Pero nada pudo calmarlo ni reprimir su cólera. Expuso a su esposa que lo mejor era que se separaran para que cada quien pensara las cosas con calma y vieran si realmente se querían o no. Swanhilde, llena de comprensión, le dijo que estaba bien.
Al otro día, Walter había conseguido el acta de separación que decía que ella debería regresar a casa de sus padres. Los niños se quedarían en el castillo. Entonces Swanhilde le dijo:
-Sospecho que me dejas por el amor de Brunilda, a quien no puedes olvidar. Te he visto ir al cementerio y rondar su tumba. ¿No me digas Walter, que has osado juntar a los vivos con los muertos? ¡Eso causaría tu destrucción!
Walter recordó que lo mismo le había sentenciado el hechicero, pero no lo tomó en cuenta. Hizo redecorar el palacio al gusto de la nueva dueña. La resucitada ingresó por segunda vez a su mansión como esposa. Walter les dijo a todos los criados del palacio que era una nueva novia que había traído de tierras lejanas, pero los habitantes del castillo veían el extraño parecido que había entre la señora y su antigua ama Brunilda. Sus almas se llenaron de espanto, pues esperaban lo peor y, entre la servidumbre, corría el rumor de que su amo había desenterrado a la antigua esposa de su tumba y con poderes mágicos la había hecho vivir nuevamente.
La nueva ama nunca llevaba otro vestido que no fuera su túnica gris pálido, no usaba joyas de oro como las grandes señoras, sino turbias alhajas de plata de manera de cinturón y aretes; opacas perlas cubrían su pecho. Brunilda sólo salía en los atardeceres e impuso mano dura a todos los criados que la rodeaban. Era una mujer cruel que castigaba sin pretexto y por placer. Tenía el poder de la vida o la muerte sobre ellos.
En otro tiempo el castillo estuvo poblado de alegría, pero ahora sus moradores tenían la cara demacrada por el temor; se estremecían cada vez que se cruzaban con Brunilda. Muchos criados cayeron enfermos y murieron. Aquellos que la veían a los ojos se convertían en esclavos de sus caprichos. La mayoría intentó huir del castillo. Sólo algunos eran conservados con vida, los ancianos.
Los poderes que el hechicero había dado a Brunilda con el alimento humano había recompuesto su cuerpo corrupto. Sólo una bebida mágica podía conservarla con vida, una opción maldita: sangre humana, bebida aún caliente de venas jóvenes.
Ya deseaba comenzar a beber esa sangre, la de Walter, pero tenía que esperar hasta que fuera la noche de luna llena. Una tarde, repleta de ansiedad, vagaba por el bosque y se encontró con un pequeño niño de cachetes rosados. Lo atrajo hacia ella con caricias y regalos y lo llevó a una estancia apartada de la vista humana para succionar la sangre de su pecho. Después de esa indigna acción, ya nadie estuvo a salvo de sus ataques. Todo humano que se acercaba a ella era narcotizado con la fragancia de su aliento. Niños, jóvenes y doncellas se marchitaban como flores. Los padres resentían horror ante aquella plaga que hacía estragos en la vida de sus hijos.
Pronto empezaron a circular rumores. Se creía que ella era la causante de la peste mortífera, pero en las víctimas no había huella alguna que la incriminara y nadie la había visto haciendo esas aberraciones. Entonces el remedio radical: los padres abandonaron el pueblo, dejando sus casas vacías y las tierras sin trabajar. El castillo quedó desolado y el pueblo también, sólo permanecieron los ancianos decrépitos y sus esposas.
El único que no veía la muerte a su alrededor era Walter. Estaba entregado a su pasión, por sobre todas las cosas, por Brunilda, quien lo amaba con una ternura que nunca antes había mostrado. Hasta ahora no había necesitado de su sangre; pero ella no dejaba de advertir con pesadez que sus fuentes de vida se agotaban; pronto ya no habría sangre fresca y joven, excepto la de Walter y sus hijos. Al regresar al castillo, Brunilda había sentido el rechazo por los hijos de una extraña y los había dejado relegados a los cuidados de una sirvienta vieja. Pero la necesidad hizo que pronto se ganara el amor de los niños; los dejaba dormirse en su pecho, les contaba historias, jugaba con ellos y los adormecía con la mirada y el aliento.
Lentamente iba extrayendo de los infantes el flujo vital que la mantenía viva y hermosa. Poco a poco las fuerzas de los chiquillos fueron desapareciendo, sus risas alegres se habían transformado en débiles sonrisas. Las nodrizas estaban preocupadas y temían que todos los rumores fueran verdad. No se atrevían a decirle nada a su patrón. El varoncito murió primero. Después su hermanita lo acompañó a la tumba. Walter se llenó de pena por la muerte de sus hijos y su tristeza disgustó fuertemente a Brunilda, que lo regañaba:
-¿Por qué lamentarse tanto? ¡Seguramente te recuerdan a su madre! ¿O ya estás harto de mí? -le decía la hermosa mujer con los ojos inyectados de odio.
Walter era un esclavo. Perdonó las ofensas de su esposa y le pidió disculpas. Pronto volvían a vivir en la locura del amor de la muerte. Con todo, sólo quedaban él para saciar la sed de aquella bestia infernal. Las criadas eran demasiado viejas y su sangre no servía. Brunilda lo sabía y no le importaba, pues pensaba que al morir Walter, conquistaría a otros hombres e irían a nuevos pueblos en búsqueda de sangre joven.
En las noches, cuando dormía profundamente narcotizado, ella adhería los colmillos a su pecho. Walter resentía la falta de sangre y salía a dar largos paseos por la montaña buscando reponer su salud. Atribuía su debilidad a la falta de alimentación; nada sospechaba. Un día estaba tumbado a la sombra de un árbol y un raro pájaro pasó volando, dejando caer una raíz seca, rosácea, a sus pies. Tenía un aroma delicioso e irresistible. La masticó y sintió que su boca se llenaba de hiel amarga, entonces arrojó lejos la raíz que pudo haberlo salvado del hechizo en el que lo sumía su esposa.
Esa misma tarde, Walter regresó al castillo. El mágico perfume de Brunilda no surtió efecto alguno sobre el hombre y por primera vez en muchos meses durmió un sueño natural. Comenzó a sentir un agudo dolor en el pecho, abrió los ojos y vio la imagen más horrible y aterradora de su vida: los labios de Brunilda succionando la sangre caliente que salía de su pecho. Gritó con horror y Brunilda se apartó con la sangre escurriéndole por la boca.
-¡Demonio! ¿Así es como me amas? -rugió Walter.
-Te amo como aman los muertos -respondió con frialdad la mujer.
-Sangriento monstruo, ahora lo comprendo. Tú mataste a mis hijos, tú eres esa peste de la que hablaba el pueblo.
-Yo no los he asesinado. Tuve que sacrificar sus vidas para satisfacer tus placeres. ¡Tu eres el asesino! -gritó Brunilda con los ojos helados.
Las sombras amenazadoras de todos los muertos fueron convocadas ante los ojos de Walter por las terribles y verdaderas palabras de Brunilda.
-Querías amar a una muerta, acostarte con ella. ¿Que esperabas?
-Maldita! -gritó y echó a correr fuera del cuarto mientras se maldecía.
Al amanecer, Walter despertó en los brazos de Brunilda. Una larga cabellera negra envolvía su cuerpo, la fragancia de su aliento lo condenaba al estupor. Enseguida se olvidó de todo y se dedicó al placer con la muerta en vida. Cuando el efecto del hechizo pasó, el terror era diez veces más fuerte. Como era de día, Brunilda dormía. El hombre se refugió en las montañas, lejos de la vampira. ¡Pero era en vano! Cuando despertó, estaba en brazos de Brunilda, comprendiendo que así seria para siempre.
Sin embargo, intentaba huir todos los días, luchando contra la muerte. Walter se refugió en uno de los rincones mas oscuros del bosque, donde la luz nunca llega. Escaló una roca mientras llovía intensamente y las nubes le enseñaban las caras de las víctimas de su esposa. En ese instante la luna emergió de las altas montañas y aquella visión le recordó al hechicero. Se dirigió con decisión a aquel lugar donde se juntan los caminos; no estaba lejos. Cuando llegó, encontró al anciano sentado en una roca, lleno de paz. Walter le gritó, tirándose al piso:
-¡Sálvame, por piedad, sálvame de ese monstruo que sólo sabe sembrar la muerte!
-¿Comprendes ahora cuán importante era mi advertencia de dejar a los muertos descansar? -le dijo el anciano.
-¿Por qué no impusiste ante mis ojos todos los horrores que iban a suceder, todos los asesinatos y la maldad que estaban desencadenando? -preguntó Walter, sollozando.
-¿Es que acaso escuchabas algo que no fuera tu propia voz, tu pasión desmedida?
-Es verdad. Pero ahora te pido, por lo que más quieras, que me ayudes -suplicaba Walter agonizando.
-Bien, te voy a decir lo que debes hacer. Es terrible. Sólo en las noches de luna llena duerme un vampiro el sueño humano. En ese momento pierde todos sus poderes y esa noche... ¡deberás matarla!.Lo harás con una afilada estaca que yo mismo te daré. Renunciarás para siempre a ella, jurando al cielo no volver a invocar su recuerdo ni mencionar su nombre o, de lo contrario, la maldición se repetirá, ¿esta claro? -preguntó el anciano hablando con autoridad.
-Lo haré, noble hechicero, haré todo lo que tú me digas para librarme de ese monstruo, pero ¿cuando será luna llena?
-Faltan 15 días.
-¡Oh, imposible! Sus poderes me arrastraran hasta ella y me matará.
-Te esconderé en esta cueva, aquí te quedarás los quince días. En este tiempo tendrás techo y comida; por ningún motivo debes asomarte fuera de aquí. Yo volveré la noche de luna llena.
Pasó Walter el tiempo convenido en la cueva, sin moverse de su sitio, pues el inmenso temor que sentía paralizaba sus miembros. Todas las noches se le aparecía Brunilda como en sueños llamándolo por su nombre, prometiéndole que todo iba a cambiar, pidiéndole que regresara. De ese modo lo abrumaba, sumiendo a Walter en la locura. Hasta que por fin llegó la luna nueva. El hechicero entró en la caverna alumbrado por el astro y tomó a Walter por el brazo. Se dirigieron caminando al castillo en medio de la noche. Todas las puertas del palacio se abrían sin necesidad de tocarlas, tal era la magia del hechicero. Llegaron al aposento de Brunilda. Dormía, bella, hermosa, con un sueño ligero. ¿Quién podría pensar que aquella adorable criatura era un pavoroso vampiro?
Walter tenía los ojos llenos de amor. Levantó la estaca sobre su cabeza y, asestando un golpe tremendo, la hundió en el pecho de la vampira hasta atravesarla por completo, mientras le gritaba:
-¡Te condeno para siempre!
Brunilda alcanzó a abrir los ojos y decirle a Walter.
-Conmigo te condenas.
El hombre colocó su mano sobre el pecho de la mujer pronunciando el juramento que le había dicho el anciano:
-Jamás evocaré tu amor, jamás pronunciaré tu nombre... te condeno.
-Muy bien -le dijo el hechicero -todo ha terminado. Ahora debemos devolverla a donde pertenece y de donde no debió haber salido. Nunca olvides tu juramento. No volverás a verme jamás -y diciendo esto, desapareció de improviso ante los ojos del hombre.
La espantosa difunta estaba otra vez en su tumba, pero su imagen perseguía a Walter sin descanso, convirtiendo su vida en un eterno combate. La muerta le decía todo el tiempo:
-¿Perturbaste mi sueño eterno para asesinarme?
Walter siempre debía responderle: "Te condeno para siempre". Pero la imagen no se iba y aquel juramento estaba todo el tiempo sobre sus labios. Vivía afligido por el miedo de despertar un día y verse en brazos de la vampira. Además de esto, las imágenes de las víctimas de Brunilda se le aparecían gritándole:
-¡Conmigo te condenas!
El castillo de Walter estaba desierto y en ruinas, como si la guerra y la peste hubieran pasado por ahí. En medio de su soledad, quiso pedir perdón a Swanhilde y regresar con ella, pero la bella dama sabía que sus hijos habían muerto y lo despreciaba con rencor. Así, Walter solo como un perro, vagaba día y noche por los alrededores del castillo.
Una mañana vio pasar a varios jinetes cabalgando. A la cabeza iba una bella mujer montada en un caballo negro y detrás de ella venían con alegría damas y caballeros. Walter los llamó y, después de saludarlos con agrado, los invito a comer al castillo. Aceptaron gustosos. Parecía que la vida había regresado al palacio. Todo era júbilo y gozo. Walter insistió en que se quedaran con él una semana; ya había contratado un nuevo ejército de criados que cuidaban todos los caprichos de cada invitado, e igualmente no dudaron en decirle que sí. Walter sentía tanta confianza por la mujer del caballo negro, que le había contado su historia y la de Brunilda. Ella lo consoló con toda clase de palabras y frases de afecto. Así transcurrieron los días, hasta que le pidió a la extraña que se casara con él. Ella accedió de inmediato y siete días después celebró la boda con una gran fiesta, que duró cuatro días con sus noches.
El castillo se vio envuelto en un salvaje desenfreno de alcohol y lujuria. Parecía que el demonio mismo asistía a aquella celebración. Walter condujo a su mujer al cuarto. Cuando la recostó sobre la cama, ella transformó sus brazos en una gigantesca serpiente que con sus siete anillos envolvió el cuerpo del pobre hombre triturándole los huesos, al tiempo que comenzaba el fuego en la habitación.
Pronto quedó en llamas, la torre del castillo se desmoronó sepultando bajo sus escombros al agonizante Walter y, cuando estaba a punto de morir, una voz atronadora gritó:
¡Deja a los muertos en paz!
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lunes, 18 de enero de 2010
Mandragora Scream » Volturna
Integrantes:
Morgan Lacroix (voz)
Terry Horn
Brian Lacroix
Lena Drake
Jack Lowell Halleyn
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Web oficial: www.mandragorascream.com
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Banda: Mandragora Scream
Disco: Volturna
Género: Electro Dark - Gothic Metal
País: Italia
Año: 2009
Tracklist:
01. Lui
02. I’m Goin’ Alone
03. The Circus
04. Deceiver
05. Breaking Dawn
06. Killin’ Game
07. Blindness
08. Farewell (video)
09. A Chance from Him
10. The Calling from Isaia
11. Bang Bang (Cher cover)
12. The Seagull’s Creed
13. Fade to Grey (Visage cover)
14. Nails
15. Heartbound Eve
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domingo, 17 de enero de 2010
El Retrato de Dorian Gray
sábado, 16 de enero de 2010
Xandria » Salomé the Seventh Veil
Genero: Gothic Metal
jueves, 14 de enero de 2010
As Divine Grace » Lumo
Integrantes:
Hanna Kalske (voz)
Sami Långsjö (guitarra)
Ari Ala-Miekkaoja (guitarra)
Jukka Sillanpää (teclado, bajo)
Mikko Lappalainen (batería)
Marko Taipale (bajo)
Web: http://www.asdivinegrace.com
01. Perpetual
02. In Low Spirits
03. Gash
04. Grimstone
05. The Bloomsearcher
06. Rosy Tale
07. Out of the Azure
08. Wave Theory
El Castillo de Otranto
martes, 12 de enero de 2010
Elend » Officium Tenebrarum
Es una obra de corte neo-clásico, donde se fusionan violines, órganos de iglesia, voces líricas y gritos desgarradores en perfecta armonía.
El oficio de tinieblas es un conjunto de rezos que se hace el miércoles de Semana Santa, en donde se apagan las luces del templo y sólo quedan encendidos 13 candelabros representando a los apóstoles y a Jesús, y éstos se van apagando de a uno representando el abandono de los apóstoles hacia Jesús a medida que se acerca el momento de su muerte. Luego de la oscuridad surge la luz (el tercer candelabro se vuelve a prender detrás del altar) y representa la resurrección de Jesús. Este ciclo de rezos representa una bienvenida a la luz y la vida luego de la oscuridad y se basan en los lamentos del profeta Jeremías.
"La mayoría de la gente en nuestra cultura está familiarizada con los aspectos centrales de la religión cristiana y temas relacionados, así como en con interpretaciones que se derivan de la filosofía o la literatura. Para producir nuestro torbellino tripartito hacia la oscuridad absoluta buscamos una figura simbólica que pudiera dar forma a este proceso (Lucifer). De una ceremonia Católica diseñada para dar la bienvenida a la esperanza y a la luz como el símbolo de la resurrección de Cristo (el “Leçons de Ténèbres”), se tomaron tres días antes de la Pascua del domingo, tomamos una pendiente de vacío y desesperación completa (de ahí el nombre Elend (en alemán, miseria) " - Fuente Elend
Integrantes:
Iskandar Hasnawi (1993—actual)
Renaud Tschirner (1993—actual)
Nathalie Barbary (1995—actual)
Sébastien Roland (1997—actual)
David Kempf (2000—actual)
Esteri Rémond (2003—actual)
Eve-Gabrielle Siskind (1994—1995)
web oficial: http://www.elend-music.org
Officium Tenebrarum I
1. Leçon De Ténèbres 3:32
2. Chanting 6:22
3. Into Bottomless Perdition 7:07
4. Deploration 5:41
5. Infernal Beauty 5:13
6. Lucifer 10:05
7. Eclipse 8:11
8. The Reign Of Chaos And Old Night 5:01
9. The Emperor 5:29
Tracklist:
1. Nocturne 4:51
2. Ethereal Journeys 14:29
3. The Luciferian Revolution 10:57
4. Eden (The Angel In The Garden) 4:17
5. The Silence Of Light 8:05
6. Antienne 6:46
7. Dancing Under The Closed Eyes Of Paradise 9:36
8. Les Ténèbres Du Dehors 4:23
Officium Tenebrarum III
01. Du Tréfonds des Ténèbres 10:44
02. Melpomene 10:26
03. Moon of Amber 6:12
04. Apocalypse 9:14
05. Umbra 8:42
06. The Umbersun 5:47
07. In The Embrasure of Heaven 5:53
08. The Wake of The Angel 4:46
09. Au Tréfonds des Ténèbres 5:03